Una joven trae a casa a su prometido para que conozca a sus padres.
Después de cenar, su madre le dice a su padre que averigüe sobre el joven.
El padre invita al prometido a tomar una copa en su estudio.
“¿Entonces cuales son tus planes?” le pregunta el padre al joven.
“Soy un estudioso de la Biblia”. el responde.
“¿Un estudioso de la Biblia? Mmmm”, dice el padre.
“Admirable, pero ¿qué harás para proporcionarle una casa bonita para que mi hija viva, como está acostumbrada?”
“Estudiaré”, responde el joven, “y Dios proveerá para nosotros”.
“¿Y cómo le comprarás un hermoso anillo de compromiso, como se merece?” pregunta el padre.
“Me concentraré en mis estudios”, responde el joven.
“Dios proveerá para nosotros”.
“¿Y niños?” pregunta el padre.
“¿Cómo apoyarán a los niños?”
“No se preocupe señor, Dios proveerá”, responde el prometido.
La conversación transcurre así, y cada vez que el padre le pregunta, el joven idealista insiste en que Dios proveerá.
Más tarde, la madre pregunta: “¿Cómo te fue, cariño?”
El padre responde: “La mala noticia es que no tiene trabajo ni planes.
La buena noticia es que él piensa que soy Dios”.