Un tipo pierde las orejas en un accidente.
No hay cirujano plástico que pueda ofrecerle solución alguna.
Se entera de que en Suiza hay un cirujano muy bueno y decide viajar a consultarse con él.
El galeno le examina, reflexiona por un rato y, finalmente, dice: pues, sí, creo que puedo ayudarle.
Le operan y días después de salir del quirófano le quitan los puntos y lo mandan a su hotel.
A la mañana siguiente, enfurecido, llama al cirujano suizo: ¡desgraciado! ¡me ha puesto orejas de mujer!
Pues, hombre, son orejas igual, no hay diferencia entre si son de mujer o de hombre
¡Está equivocado! interrumpe, iracundo
Sí hay diferencia. ¡ahora lo oigo todo, pero no entiendo nada!