Como guitarrista, hago muchos conciertos.
Hace poco, el director de una funeraria me pidió que tocara en la tumba de un indigente.
No tenía familia ni amigos, así que el servicio debía celebrarse en un cementerio de pobres en el interior del país.
Como no estaba familiarizado con el campo, me perdí.
Al final llegué con una hora de retraso y vi que el encargado de la funeraria se había ido y el coche fúnebre no estaba a la vista.
Sólo quedaban los excavadores y el equipo y estaban almorzando.
Me sentí mal y me disculpé con los hombres por llegar tarde.
Me acerqué al lado de la tumba y miré hacia abajo y la tapa de la bóveda ya estaba colocada.
No sabía qué más hacer, así que me puse a tocar.
Los trabajadores dejaron sus almuerzos y empezaron a reunirse.
Toqué con el corazón y el alma por este hombre sin familia ni amigos.
Toqué como nunca antes había tocado para este indigente.
Y mientras tocaba ‘Amazing Grace’, los trabajadores empezaron a llorar.
Ellos lloraron, yo lloré, todos lloramos juntos.
Cuando terminé, recogí mi guitarra y me dirigí a mi coche.
Aunque tenía la cabeza baja, mi corazón estaba lleno.
Al abrir la puerta de mi coche, oí a uno de los trabajadores decir…
“Nunca he visto nada parecido y llevo veinte años poniendo fosas sépticas”.
Aparentemente, todavía estoy perdido.