Mientras disfrutaba de una bebida en el bar, un chico decidió probar suerte con una atractiva joven que estaba sentada sola.
Para su sorpresa, ella le pidió que la acompañara a tomar algo y finalmente le preguntó si le gustaría volver a su casa.
La pareja subió a un taxi y regresó a su casa.
Más tarde, el joven sacó un cigarrillo de sus pantalones vaqueros y buscó su encendedor.
Al no encontrarlo, le preguntó a la niña si tenía uno a mano.
“Puede que haya algunas cerillas en el cajón de arriba”, respondió.
Al abrir el cajón de la mesita de noche, encontró una caja de cerillas colocada cuidadosamente encima de una fotografía enmarcada de otro hombre.
Naturalmente, el chico empezó a preocuparse.
“¿Es éste tu marido?” preguntó nervioso.
—No, tonto —respondió ella, acurrucándose junto a él.
“¿Tu novio entonces?”
—No, no seas tonto —dijo ella, mordisqueándole la oreja.
—Bueno, ¿y quién es entonces? —preguntó el desconcertado.
Con calma, la niña tomó una cerilla, la golpeó en un costado de su cara y respondió:
“Ese soy yo, antes de la operación”.