En un yerbal, donde la vida es más ajetreada de lo que se puede esperar, todos los años se celebraba una feria de cosas raras al finalizar la primavera. En la feria se exponían cosas extrañas de todas clases, llevadas por los habitantes del yerbal, que las consideraban, únicas en el mundo.
El último día, se realizaba la elección del que había sido el objeto raro más extraño del año. Este premio se lo habían llevado las abejas durante tres años seguidos, con sus: Pelos Sintéticos, Encendedor y Lentejuela.
Poco antes de la feria, llegó al yerbal, la sobrina de doña Juana, la langosta, Lili, que venía de una ciudad cercana, donde era presidenta de todos los bichos de la Universidad.
Esto hacía que la jovencita estuviera rodeada de cierto halo de prestigio, lo que le daba un aire vanidoso. A ella no le gustaba visitar el campo, pero había llegado para cuidar a su tía que estaba resfriada.
Entre la feria y la presencia de Lili, el bicherío estaba en pleno ajetreo. Los jóvenes se turnaban para invitarla y ella los espantaba a todos. Tan solo quedaron los más audaces, Roberto la langosta, bicho autosuficiente,
si los hay; el zángano Zuzú, un verdadero optimista; la lombriz Horacio, más callado que una tumba y el grillo Bemol, que podía pasar el verano primavera e invierno, tocando su violín.
Por fin quedó inaugurada la feria y la joven Lili, decidió que vería todo desde la casa de su tía, que quedaba justo frente a la feria. Mientras la joven langosta estaba en el portal, era observada por los cuatro valientes, que se disputaban el turno para cortejarla.
– Primero voy yo.- dijo Horacio- Quiero decirle algo que leí en un cuento.
Se aproximó a Lili y la invitó, pero la joven no le dio tiempo a tiempo a desplegar su discurso y lo despachó sin misericordia, ante los ojos aliviados de sus compinches, que alimentaban así, sus propias esperanzas.
Luego tocó el turno al zángano, que se aproximó volando silencioso, con lo que asustó a Lili, que lo rechazó de plano.
– ¿Podríamos volar juntos un ratito?- dijo el zángano.
– De ninguna manera.- dijo la langosta.
Siguió el grillo, que de un salto, se paró ante el portal, entonando su melodía, la cual disgustó de sobremanera a Lili.
– ¿Por qué no te callas, eh? ¡No me dejas oír los rumores de la feria!
Ante tal respuesta, Bemol saltó hasta el yerbal para esconderse.
Rigoberto la langosta, se frotó las patas y avanzó hacia la joven. La invitó a salir, pero cuando le dijo su nombre, la joven langosta no pudo contener la risa y Rigoberto emprendió la retirada.
En ese momento, llegaron de sorpresa, algunos amigos de Lili, que venían de la Universidad para visitarla. Ella se les sumó sin acordarse de sus pretendientes y se dirigieron a la feria.
La feria estaba en plena algarabía, los gusanos parecían llevar la delantera con su piedra de cristal, que causaba admiración entre todos los asistentes.
Pero no llegaría a durar, pues los abejorros, aparecieron desde lo alto, cargando un objeto extraño que semejaba una nave. El objeto era un zapato, que fue identificado por la lombriz más vieja del yerbal.
La fiesta siguió, acompañada por el violín de Bemol, que había conseguido la compañía de una grillita loca y divertida. De los otros pretendientes de Lili, no se supo nada, hasta la primavera siguiente.