Resulta que cierto día la mamá de Pepito lo manda al mandado.
Pepito ni tardo ni perezoso se dirige a la casa de su vecina, toca a la puerta y le dice
vecina, me vende una ramita de cilantro y otra de perejil. La vecina se asombra ante la petición del niño
y le dice algo turbada:-disculpa… pero no entiendo.
El niño insiste repitiendo otra vez:- si, que me venda una ramita de cilantro y otra de perejil.- estas confundido,
yo no vendo esas cosas.
El niño le responde.- =ah como no! si clarito he oído decir a mi mamá que usted es una ramera.