Nicolasa es una vaca de lo más alegre, le gusta salir a pasear por el prado y comer pasto y retozar por el campo. Cuando llueve, se pone muy triste porque su amo no la deja salir del establo.
Nicolasa no juega sola, tiene algunos amigos, como Casimiro, el cerdo, que la acompaña al campo y se revuelca en la grama.
Es una vaquita muy coqueta, apenas se despierta, va a la pileta y se lava la cara y las patitas con agua fresca.
Apenas despunta el sol, Nicolasa ya sale para el prado, muy contenta, a comer hierbas y a corretear. Es una vaquita muy inquieta. Su amo siempre le dice que se quede quieta para que la ordeñe.
Ella se pasea por la granja, moviéndose de un lado a otro, jugando e imaginando que es una vaca pura raza y que puede ganar concursos. Es una vaca muy soñadora, siempre fantasea con cosas maravillosas.
En cierta ocasión, uno de los hijos del amo cumplió años. La casa estaba llena de globos inflados con helio, que apenas se los soltaba, y salían volando prestos.
Nicolasa quedó encantada, y se imaginaba si reunía un manojo lo suficientemente grande, podría salir también ella, volando por los aires.
Un día, salió como de costumbre y se fue al río, porque le gusta mucho el agua.
Se metió para lavarse la cara y mirarse en el agua.
Estaba distraída mirando a las mariposas que revoloteaban a su alrededor y no se fijó por dónde caminaba.
La pobre tropezó y se cayó de cabeza en el río.
Como era una vaca, no sabía nadar y por más que hizo, no consiguió salir. Comenzó a gritar pidiendo ayuda a sus amigos.
– ¡Ayúdenme que me ahogo! No sé nadar.
El cerdo Casimiro, no sabía qué hacer, entonces llamó al caballo Bruno que sabía nadar.
– ¡Bruno! ¡Ven pronto que Nicolasa se ahoga!
Bruno corrió con sus patas ágiles y llegó muy pronto al río. Con la ayuda de los dos amigos, la vaquita logró salir sana y salva.
– ¡Qué susto me llevé! La próxima vez, tendré más cuidado.
Toda mojada, se fue al establo, donde durmió hasta el otro día y soñó con nuevas aventuras.