En la taberna de un pueblo lejos de la capital. La taberna era el lugar preferido de los vendedores y agentes viajeros.
Aquella noche la taberna estaba más concurrida que de costumbre,
y en un apartado rincón se encontraba un hombre solitario y triste,
bebiendo y oliendo un pañuelo blanco. Ante esa actitud un colega suyo decidió acercarse y preguntarle.
-¿Que te pasa amigo, llevas horas bebiendo y oliendo ese pañuelo ¿quieres hablarme de eso?
En la taberna de un pueblo lejos de la capital. La taberna era el lugar preferido de los vendedores y agentes viajeros.
Aquella noche la taberna estaba más concurrida que de costumbre,
y en un apartado rincón se encontraba un hombre solitario y triste,
bebiendo y oliendo un pañuelo blanco. Ante esa actitud un colega suyo decidió acercarse y preguntarle.
-¿Que te pasa amigo, llevas horas bebiendo y oliendo ese pañuelo ¿quieres hablarme de eso?
-Sí -Contesta el otro, lo que ocurre es que me casé el fin de semana pasado…
-Bueno, casarse no es tan malo, pero que tiene que ver tu matrimonio con lo del pañuelo.
Es que cuando me preparaba para salir de luna de miel, me programaron este viaje de manera urgente,
y para lo único que tuve tiempo fue para acariciar con el pañuelo las zonas íntimas de mi mujer…
por eso lo huelo y con eso me consuelo un poco mientras regreso para mi luna de miel…
-¿Me permites oler ese pañuelo? -preguntó el colega.
El abatido hombre accedió y le pasó el pañuelo; el colega lo olfateó
detenidamente, sonrió y de un salto quedó parado sobre la mesa,
y llamando la atención de todos los concurrentes exclamó:
-¡Amigos, éste fue el que se casó con la loca recepcionista de la empresa