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El asno Gallardo estaba comiendo un poco de hierba

El asno Gallardo estaba comiendo un poco de hierba

Una vez, el asno Gallardo estaba comiendo un poco de hierba junto a un seto, cuando oyó lo que el granjero Pedro decía a su mujer. De pronto enderezó las orejas y cesó de comer, muy asustado. Luego fue en busca de la cabra Linda, que estaba al lado de unas matas.

—Oye, Linda—le dijo.—Tengo muy malas noticias para ti. Recoge tus cabritos, porque el granjero Pedro ha dicho que por los alrededores hay leones.

—¡Dios mío! —exclamó Linda asustada.— Habré de ir a avisar a la Madre Vaca, que, en unión de sus terne­ros, está en el campo.

Se dirigió allá y en cuanto se vio en presencia de su amiga, le comunicó la mala nueva.

—¡Repaja! —exclamó la señora Vaca poniéndose en pie apresuradamente.—Tendré que ir a avisar a la yegua Saltarina. Tiene un potro lindísimo.

En efecto, se dirigió a la sombra de un olmo, en donde estaba la yegua, en compañía de su lindo potro y, en el acto, se apresuró o darle la mala nueva.

—¡Algarrobos! —exclamó lo yegua agitando la cola.— Será preciso que avise a la señora Pato, que tiene diez patitos monísimos.

Se dirigió al encuentro de la señora Pato, que nadaba en el estanque con sus diez patitos amarillos y, a su vez, le transmitió lo mala noticia.

—¡Renacuajos! —exclamó la señora Pato, saliendo presurosa del agua.—Convendrá que avise a la Gallina, que tiene siete pollitos preciosos.

Fue a su encuentro y la halló, paseando por el patio de la granja. Apresuróse a comunicarle la alarman­te noticia y la Gallina, asustada, exclamó:

—¡Regusanos! Será conveniente que avise a la Perra Ligera. Tiene tres perritos preciosos.

Se dirigió al encuentro de Ligera, que estaba en su perrera, en compañía de los cachorros. Y, sin rodeos, le dio la mala noticia.

—¡Reconejos! —exclamó la Perra.— Habré de avisar a lo señora de la casa, porque tiene dos niños encantadores.

En efecto, se dirigió a su encuentro y encontró a la buena señora batiendo la leche, en tanto que sus dos niños jugaban a corta distancia.

—Señora —exclamó ligera,— he de daros una noticia espantosa. Poned en seguridad a vuestros niños, porque la Gallina acaba de avisarme que hay leones en el campo.

—Se ha burlado de ti —le contestó la señora echándose a reír.— Pero, en fin, voy a ver qué ha querido decirte. Así, pues, la perra Ligera y la señora fueron al encuentro de la Gallina y le preguntaron:

—¿Quién te ha dicho que hay leones en el campo?

—La señora Pato. ¿No hay ninguno?

—No —Contestó la señora.— Vamos a ver qué dice la señora Pato.

La señora, la Perra y la Gallina fueron al encuentro de la señora Pato, que, en compañía de sus polluelos, se había ocultado bajo un seto.

—¿Quién te ha dicho que hay leones en el campo?

—La yegua Saltarina —contestó la señora Pato.— ¿Acaso no los hay?

—No —Contestó la señora.— Vamos a ver qué quería decir la yegua Saltarina.

La señora, la Perra, la Gallina y la señora Pato, fue­ron al encuentro de la yegua que, con el potro, se había refugiado en la cuadra.

—¿Quién te dijo que hay leones en el campo? —pre­guntó la señora.

—La señora Vaca— contestó la yegua.— ¿Acaso no los hay?

—No—contestó la señora.— Vamos a ver qué quería decir lo señora Vaca.

La señora, la Perra, la Gallina, la señora Pato y la Yegua, fueron al encuentro de la señora Vaca, que, en unión de sus dos terneros, se había ocultado bajo un seto.

—¿Quién te dijo que había leones en el campo?­ preguntó la señora.

—Lo cabra Lindo— contestó la Vaco.—¿Acaso no los hay?

—No— repuso la señora.— Pero, en fin, vamos a ver qué quiso decir la cabra Linda.

La señora, la Perra, la Gallina, la señora Pato, la Yegua y la Vaca, salieron en busca de la Cabra que, en unión de sus cabrillos, se había escondido entre unas matas.

—¿Quién te dijo que había leones en el campo?— pre­guntó la señora.

—El señor Asno— contestó la cabra.— ¿Acaso no los hay?

—No— contestó la señora.—Pero, en fin, vamos a ver lo que quiso decir el señor Asno.

La señora, la Perra, la Gallina, la señora Pato, la Yegua, la Vaca y la Cabra, fueron al encuentro del asno Gallardo, que, tembloroso, se hallaba junto a la puerta.

—¿Quién te ha dicho que había leones en el campo?— preguntó la señora.

—¿Cómo, señora?— exclamó el Asno, sorprendido.— Precisamente oí cómo el amo os lo decía a vos misma, hace muy poco rato, cuando estabais junto a esta misma puerta.

—¡Oh, qué tonto eres, asno!— exclamó la señora, rién­dose.— Mi marido me dijo que en el campo había dientes de león, dientes de león. ¿No sabes lo que son los dientes de león?

EI asno, muy avergonzado, inclinó la cabeza. Todos los animales se rieron de él y fueron a informar a sus pe­queñuelos de que no había motivo para asustarse.

Y, a partir da entonces, cuando algún animal se encuentra con el asno, le pregunta siempre la misma cosa:

—¿Ha visto usted algún león, señor Asno?

Y se echan a reír, muy divertidos, al ver que el asno se aleja rabioso y dando saltos.

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Written by salina

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