Había una vez un señor que perdió un ojo en un accidente,
le colocaron un ojo postizo de vidrio; y cada vez que llegaba a casa a dormir,
este se sacaba el ojo y lo ponía en un vaso con agua.
Cierta vez este tipo regresó borracho de una fiesta y se saco el ojo,
lo puso en el vaso con agua, pero más tarde le dio mucha sed,
así que sin darse cuenta tomó el vaso se bebió el agua con todo y ojo.
Tres días sin poder ocuparse en el baño, estaba que se inflaba,
así que decidió ir donde gastroenterólogo, este le dijo pantalones
y calzoncillos abajo, y ponte de veinte uñas, y empezó a revisarle y
asombrado exclama: Durante veinte años he visto potos,
pero es primera vez que un poto me mira.