Cuando Wendoline nació, sus padres se pusieron muy felices y la rodearon de ternura y cuidados. La pequeña tenía la piel pálida como un papel y sus rasgos eran perfectos, pero lo que más destacaba de ella eran sus enormes ojos negros como la noche, donde ni siquiera se adivinaban las pupilas.
Hermosa y de carácter llamativamente calmado, Wendoline no lloraba como los demás bebés cuando algo los molesta, ella simplemente se quedaba tranquila y observaba a su mamá con tal intensidad, que la mamá corría a atenderla de inmediato, aún si ni siquiera había visto que la miraba.
Podría decirse que la pequeña con aspecto de muñeca de porcelana era un tanto extraña, pero fuera de este detalle, era una niña dulce y encantadora que fue creciendo en medio de una familia que la adoraba.
Cuando llegó la etapa escolar, los padres de Wendoline la pusieron en la mejor escuela de la ciudad porque la niña se había mostrado muy inteligente y curiosa, y ellos deseaban que desarrollara todo su potencial.
De más está decir que en su primer día de clases, todas las miradas se dirigían hacia aquella niña tan llamativa. Afortunadamente, para ese entonces, Wendoline ya se había acostumbrado al efecto que su persona causaba en los demás y era lo suficientemente inteligente como para no darle importancia. Eso y que los cuidados de sus padres la habían preparado para afrontar al mundo sin agobiarse por lo que los demás pensaran.
La escuela era grande y espaciosa, y a la pequeña le fascinó de inmediato estar en aquel lugar lleno de posibilidades. Cuando los padres se despidieron dejándola en el salón de clases, la niña se dedicó a estudiar cada rincón de la habitación y todos los objetos que la componían, mientras sus compañeritos se ocupaban en jugar y hacer nuevos amigos.
A la hora de salida del colegio, la pequeña se encontró con la alegría de sus padres que la habían extrañado mucho y estaban ansiosos por tener noticias sobre su día.
-Cuéntanos Wendoline, cómo te fue hoy. ¿Te gustó el colegio?- preguntaron los padres impacientes.
-Fue muy divertido. El colegio es bonito y tiene muchas cosas para aprender.-contestó la pequeña.
-¿Hiciste algún amigo?- preguntó el padre-
-No tuve tiempo de hacer amigos, quería conocer la escuela.– dijo Wendoline.
Los días pasaban y Wendoline continuaba con sus estudios, aprendiendo rápidamente todo lo que se le enseñaba, pero esto comenzó a despertar la envidia en sus compañeritos, quienes se sentían disminuidos por las habilidades de la niña.
No tardaron en comenzar a molestarla, burlándose cuando la pequeña hacía una tarea o insultándola durante el recreo, cuando las maestras no podían escuchar.
Al principio, Wendoline los ignoraba, pues comprendía muy bien lo que ocurría y no tenía intención de hacer caso a las burlas, pero a medida que pasaban los días, los niños se volvían más crueles porque ella los ignoraba.
Hasta que un día estando en el patio escolar, en un momento en que todas las maestras estaban ocupadas, varios niños rodearon a Wendoline para molestarla. Comenzaron a jalarle el cabello y empujarla, hasta que la hicieron caer al suelo.
La mayoría de los compañeritos festejaba el abuso, excepto tres niños, los más tímidos de la clase, que intentaron ayudarla. ¡Pobrecitos! A ellos también los arrojaron al suelo junto a Wendoline y cuando toda la clase se abalanzaba sobre ellos, Wendoline se levantó y comenzó a mirar fijamente a los malos compañeros.
Las maestras nunca pudieron comprender lo que sucedió, pero los niños cuentan que al mirar a Wendoline directamente a los ojos, sintieron que caían al vacío y la oscuridad les recorría el cuerpo. La escena fue bastante alarmante, pues los niños corrían despavoridos gritando y llorando como si hubiesen visto al peor de los monstruos.
Aunque no hay una explicación convincente de lo que ocurrió, nadie volvió a molestar a Wendoline ni a sus tres nuevos amigos, que se convirtieron en inseparables.
Y mientras el grupito de amigos prosiguió con sus estudios exitosamente, el resto de los compañeros de aquella terrible tarde, tuvo que pasar por muchos contratiempos antes de terminar su etapa escolar con las peores notas que el colegio conoció.