Un anciano que viajaba en avión necesitaba urgentemente un baño.
Pero cada vez que lo intentó, estaba ocupado.
La azafata, consciente de su situación, le sugirió que usara el baño de damas, pero le advirtió que no presionara ninguno de los botones.
Al lado del rollo de papel había cuatro botones marcados: ‘WW’, ‘WA’, ‘PP’ y ‘ATR’.
Cometiendo el error que cometen tantos hombres de no escuchar a una mujer, ignoró lo que ella decía cuando su curiosidad se apoderó de él.
Presionó con cuidado el botón WW e inmediatamente una suave descarga de agua tibia roció su trasero desnudo.
Pensó: “Vaya, estas chicas realmente lo pasan bien”.
Entonces, con un poco más de valentía, presionó el botón WA y el aire cálido a temperatura corporal sopló sobre su trasero mojado y lo secó cómodamente.
“Ajá”, pensó, “con razón estas mujeres tardan tanto en el baño con este tipo de servicios”.
Entonces presionó el siguiente botón PP con anticipación.
Una suave esponja para polvos desechable se balanceó debajo de él y le espolvoreó ligeramente el trasero con talco.
“Hombre, esto es genial”, pensó mientras buscaba el botón ATR.
Cuando despertó en el hospital, los efectos de la morfina apenas estaban desapareciendo.
Confundido, llamó a la enfermera para saber qué había pasado.
Explicó que lo último que recordaba era un dolor intenso en el baño de mujeres del avión.
La enfermera explicó,
“Sí, debes haberlo estado pasando muy bien hasta que presionaste el botón de eliminación automática de tampones. Por cierto, tus bolígrafos están debajo de tu almohada.