Durante una época trabajé como cocinero en dos restaurantes de comida rápida que estaban en el mismo barrio muy cerca uno de otro.
Un sábado por la noche estaba por terminar mi turno vespertino en uno de esos restaurantes
y me daba prisa para irme al otro. Pero me retrasé porque una mesa devolvía una y otra vez una orden de papas
y cebollas doradas a la sartén, insistiendo en que estaban demasiado frías.
Las reemplacé varias veces, pero los clientes seguían insatisfechos.
Cuando pude irme, corrí a la puerta y salí disparado para mi otro trabajo.
Al llegar, un mozo me entregó de inmediato la primera orden.
– Asegúrate de que estas papas con cebolla estén calientes -me dijo,
porque los clientes acaban de salir del restaurante de la otra calle diciendo que todo el tiempo se las sirvieron frías.