Un señor va caminando por la calle, acababa de comprar una botella de vino.
Había estado ahorrando media vida para comprarla.
El señor que era bastante agarrado (egoísta) llevaba la botella de vino en el bolsillo de la gabardina, para que nadie se la viera.
De repente al cruzar la calle le atropella un coche y al levantarse,
ve que tiene todo manchado de rojo y dice
¡ Por favor Dios mío! ¡Que sea sangre, que sea sangre!